18 jun 2011

No te metas conmigo, chaval

Tomarse las cosas con humor ayuda a superarlas. Eso dicen. Yo hasta ahora, ni lo confirmo ni lo desmiento. He echado la vista atrás y creo que va siendo hora de plantearse eso de ‘poner el huevo’ en algún sitio. He perdido la cuenta de autobuses, trenes y aviones que he tomado en busca de mi lugar durante 2010 y 2011. Y la verdad, al final acaba una con una sensación de desarraigo difícil de cargar, habrá que fijarse un punto de una vez. Hago ya maletas y mochilas con la profesionalidad de una experta y veo en mi magnífico ‘Forfi’ al mejor de los amigos. Pero una vez más habrá que relativizar, volver a recurrir a aquello de ‘ellos se lo pierden’ y en caso de descenso a los infiernos de Dante, atacar el litro de helado de chocolate a ver si así, el nudo del estómago se congela y explota, dándote la energía necesaria para sobrellevar tu enésima etapa de caracol. Hay algo en todo esto que sí es positivo, que ya pocas cosas me importan. Literalmente, y es que una aprende a distinguir lo realmente importante y a trivializar el resto.  De hecho, sin ir más lejos ayer estuve a punto de cometer  un ‘securasesinato’.  Sí, si…en toda regla y ningún juez se hubiera atrevido a imponerme ni dos días de celda con Lindsay Lohan. Fue una jornada dura, después de trabajar fui a mi ya ex piso a recoger pedazos de una vida que quedaban por allí, y que dicen que viví. Los 38 grados, los nervios y el malestar inevitable de estas situaciones mermaron aún más mi estado físico nivel piltrafilla de los últimos días y para cuando llegué a mi nueva ‘casa’ (bendita compañera de trabajo, que se ha ganado ya vacaciones en Marbella de por vida) cargaba además con una visita al centro de salud, otra al centro comercial, una mochila tamaño Belén y medio y muy pocas ganas de nada. Aún así, me decidí a entrar al supermercado para contribuir haciendo la cena. Mi equipaje, mi careto y mi gesto absorto debieron alertar al seguridad que sin escrúpulo alguno incrementó aún más mi lastre,  pegándose a mi mochila y siguiéndome incesantemente por todos los pasillos del ‘Ahorra Más’. En lugar de girarme y ponerme a gritar en plan mujer desesperada, le mareé todo lo que pude, a la vez que entorpecía sus pasos con mi cestita con ruedas arrastrada en forma de zig-zag.  Estoy perdiendo la vergüenza, sí. Al llegar a la caja y como si cupiera alguna posibilidad de que tras tal escrutinio hubiera yo tenido la oportunidad  siquiera de ‘distraer’ algún artículo, le susurró algo a la cajera. Ésta me cobró y cuando todo estaba ya embolsado, me suelta un “señorita por favor, muéstreme la mochila”. Miré al segurata con una muesca irónica y ganas de decirle “¿de verdad crees que ésta, es la cara y el tipo de una ladrona?”. Pero en lugar de ello, aparqué mis ganas de matarlo, expiré, me desbroché el cinturón propio de las mochilas de trekking, bajé las asas, solté las bolsas de la compra y le dije “claro, ahí la tiene”, mientras imaginaba el espectáculo de aquella cajera sacando bragas mezcladas con documentos, una ensaladera, velas y cualquier otro artilugio que llevara yo encima. La pobre miró de reojo al valiente uniformado como diciendo “por dónde empiezo” y acto seguido sin ni siquiera tocarla, me dio las gracias y me dejó marchar. Habían dado con la mujer equivocada, en el momento equivocado.

1 comentario:

  1. Hola Belen:
    Por lo que he leido en tu blog, me da la sensacion que dar vueltas buscando algo y a alguien se va a convertir en tu estilo de vida. Llevo 49 años haciendolo y no esta tan mal. Acaba gustandote y no entiendes tu existencia de otra forma.

    Luis.

    P.D: Me gusta mucho como escribes. No cambies

    ResponderEliminar