23 may 2011

Los tópicos laborales o la cara B de la oficina

Tengo la tentación de escribir sobre los resultados electorales o el avance feroz de las gaviotas pero, como no voy a sentar cátedra y en estas cosas cada uno es un mundo, mejor me busco otro tema, que bastante calentito está ya el panorama. Hoy tenía que acudir a mi amado INEM (cuyo funcionamiento, tanto a nivel nacional como internacional, ya no conoce secretos para mi, todo sea dicho),  y por ello he llegado tarde a trabajar (sí, en estas épocas de precariedad ambas cosas son compatibles, cosas de la crisis). Así que he compensado las horas y me he quedado en la redacción a almorzar. Mientras comía, mis compañeras me estaban poniendo al día sobre lo que resulta un pilar esencial en todo trabajo: los tópicos laborales.
Y es que no hay oficina que se precie, que adolezca de ello. Que sí en nuestro caso, nos dedicaremos a un tema tan árido como el periodismo de las telecomunicaciones, pero ni aún así nos libramos de los grandes clásicos.
Primer tópico general: en todo trabajo hay un malo-malísimo. Y no, no me refiero al jefe. Quién no tiene un compañero al que todos miran con recelo. El típico que no da un palo al agua y es incompetente como él sólo, pero que resiste las embestidas de despidos como un campeón. Con su cara de tonto y su pasividad, es capaz de acabar sucediendo al director de la empresa. Otra versión de los malvados son aquellos que trabajar, sí trabajan pero tras la pantalla de su ordenador se dedican a malmeter,embrollar y liar además de pelotear a sus superiores. Se les distingue fácilmente porque nunca se integran en las reuniones distendidas, ni comparten horas de ocio alguna con sus compañeros de trabajo. Es el que llega, trabaja y se va. Nadie le habla si puede evitarlo y él o ella hacen lo propio.
Segundo tópico general: el roce hace el cariño. Que levante la mano quién no ha conocido una tórrida historia de amor mal disimulado entre documentos word y plantillas excel. Ese que provoca rumores como ¿te has fijado cómo se miran estos dos?...huyy ¡aquí hay tomate!.
Tercer tópico general: Las comidas de empresa están inventadas para dar que hablar a los empleados el resto del año. Se sabe que es difícil soportar la monotonía diaria, así que, como hábiles expertos en psicología humana, los jefazos organizan al menos dos veces al año, reuniones a las que invitan a su rebaño. Y vaya sí cunde la cosa. Ya puede ser el evento en el restaurante más caro de la ciudad, que a buen seguro saldrá rentable a la empresa. Las semanas que le siguen los trabajadores se sentarán en sus puestos más ilusionados, rendirán más. Que si menuda mona se pilló fulanita, que si como se le fueron las manos a menganito, que si el jefe se pasó con el Anís del Mono y acabó prometiendo aumentos para todos y cesta de navidad con jamón ibérico....
Cuarto tópico general: Los de arriba, siempre, siempre cobran demasiado. Debe haber una regla no escrita respecto a ello, algo así como que el número de horas en la empresa y esfuerzo invertido es inversamente proporcional a tu nómina. Y sí, nos quemamos y despotricamos horas y horas en base a una misma idea: ¿si somos los curritos de a pie los que mantenemos el chiringuito, por qué son otros los que se llevan las recompensas económicas?. Quejas amargas y que se sepa, inútiles.
Pese a todo, en la medida de lo posible más vale seguir acudiendo a nuestro puesto con una sonrisa, porque estar 'cabreao' hasta los 67 años se nos llevaría la salud y sin ella....no podríamos seguir yendo a trabajar.

14 may 2011

Orgullosa de mi generación

Estoy de resaca, cosa rara en mi, pero una vez al año...no hace daño, que dicen. Aunque ésto lo contradiga mi malestar general y dolor de cabeza. Propiciados más por agotamiento que por alcohol, todo sea dicho. Un día de vagueo ideal para leer,descansar y resguardarse del bochorno madrileño con que ha amanecido hoy este sábado. Anoche tuve la ocasión de conocer a mucha gente nueva y charlar tranquilamente durante horas, algo que me sirvió para ratificar una idea que me ronda por la cabeza hace tiempo. No es cierto que en este país tengamos lo que nos merecemos. Cada cual que haga bandera de la suya, pero en mi caso cada día estoy más orgullosa y admirada de la gente de mi generación. Preparados, inquietos, con vitalidad e iniciativa, implicados en múltiples proyectos de una creatividad e inteligencia admirables, consecuentes con sus ideas y sobre todo de mentes tremendamente abiertas. Esta mañana, una muy buena amiga malagueña de pro e internacional de corazón,aparecía en un medio de comunicación sureño caracterizada como una prostituta y reivindicando mejoras sociales para el colectivo. Ella, que pasa del qué dirán, que batalla por lo que cree con la energía de un ciclón. Conozco mucha gente así, sana y trabajadora que cada día se levantan con la intención de hacer un mundo más humano.Llevando las buenas y malas noticias a los ciudadanos, gestionando su trabajo,sea el que sea, con la ilusión y la capacidad que ya quisieran esos cafres que se hacen llamar políticos. Jóvenes que continuamente buscan cursos y formación para mejorar en su día a día, con retos y aspiraciones. Si en una reunión de cumpleaños, un almuerzo o una salida entre gente de distinta posición, origen o nacionalidad puede una oír tanto sentido común y respeto....¿Por qué es tan difícil que ocurra lo mismo en un gobierno?. Siempre he creído que no me equivocaba en algunas cosas, en las básicas. En aquellas que defienden que es mejor pan para todos que platino para unos pocos. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, yo ya no creo en ninguno de aquellos que se echan la culpa recíprocamente, como si de parvularios se tratase, que anteponen su bienestar personal a cualquier otra cosa. Habría que echarlos a todos. Tenemos una cantera de gente enormemente válida y capaz, no somos un país sólo de pandereta y fiesta como quieren hacernos creer. De hecho tenemos una capacidad innata para conjugar la alegría de vivir, tan necesaria también, con la responsabilidad más intachable. Más le vale a la denominada generación Ni-Ni hacer algo por llegar a sentir orgullo de sus contemporáneos. Una siente que algo puede llegar a moverse cuando como anoche, oye tantas opiniones que tienen en común el desengaño por las siglas y el rechazo a las mentes cerradas y que abogan por el respeto más plural y mutuo como base de actuación.

10 may 2011

Con el Padre Zurita hemos topao'

Lo que son las cosas. Si creyese en las señales divinas, diría que ayer, el Todo Poderoso me envío una. Empecé el día comenzando en el metro ‘La Piel del Tambor’, libro que se desarrolla en Sevilla y con un cura investigador y algo socarrón como protagonista. Iba la mar de entretenida porque, aunque llevo muy pocas páginas, el personaje era de los míos. Cuestionaba con ironías el hecho de que la iglesia, actualmente, no esté manchada de sangre. Y mientras avanzaba empecé a preguntarme si no me estaría yo radicalizando en exceso para algunas cosas, si haber dejado de creer en todo, incluido en la bondad y honestidad de las personas, no estaba justificado del todo, pese a mis antecedentes personales.
Por la tarde y ya libre del curro, tenía que ir a un centro comercial cercano a casa. Me las prometía yo muy felices mientras conducía porque no me había perdido y en unos diez minutos ya visualizaba las tiendas. Sin embargo, poco antes de llegar decenas de policías y guardias civiles cortaban rotondas, cientos de coches se apelotonaban y unos seis autobuses me adelantaron, lentos y repletos de gente. Sumida en aquel caos repentino me vi detrás de aquella enorme cola de vehículos a través de un camino empedrado, a 32 grados, asada y sin poner el aire porque apenas tenía gasolina. En un primer momento pensé en la caravana de Rajoy, pero lo descarté rápidamente, demasiada gente hasta para él. Mi curiosidad iba creciendo mientras trataba de avanzar por aquel camino cada vez más seco, arbolado e inhóspito.
En un determinado momento dos mujeres pasaron a mi lado y aproveché para preguntarles si iba bien para el centro comercial. “Que vá, chiquilla, si vas pa,l cementerio” me contestaron. En ese instante supe que no era ningún político, y menos vivo, el causante de toda aquella peregrinación. Media hora después, llegué a la entrada del cementerio. Los coches brotaban aparcados como setas por todas partes, la Guardia Civil dirigía el tráfico, la gente bajaba de los autobuses.
Me pudo la curiosidad, que no llevaba yo media tarde deshidratándome para no saber qué pasaba. Aparqué mi coche en doble fila y me dirigí hacia un chico de Protección Civil quien amablemente me dijo ‘es que, ha muerto el Padre Zurita’. En ese instante el féretro atravesaba la entrada y el clamor de aplausos se hizo notable. He de confesar que se me puso el vello de punta, al ver a esas miles de personas tan volcadas con aquel hombre. Me dispuse a arrancar para, unos metros después, volver a acabar atrapada. Delante de mi, uno de los autobuses ya vacío, se había quedado atrapado entre los coches y no podía moverse. Tras diez minutos, una mujer ataviada con pitillos, taconazo de aguja y escote bajó del vehículo. Creí que era una pasajera olvidada, pero la coqueta señorita no era otra que la conductora, que había rozado su autobús con un Mercedes de un familiar del fallecido y que discutía con la Benemérita como salir de allí. Aquello empezaba a parecerme surrealista,
Yo, que a veces parezco sacada de una escena costumbrista, pues salí del coche y me puse a hacerme la nueva con el tema. “¿Y por qué hay tanta gente?” pregunté a un vecino que sufría el mismo atasco que yo. “Es que esto, sa desbordao, sa desbordao y mira que lo han organizado bien” repetía. “El Padre Zurita me dio la comunión, me casó y a mis hijos también…”. Una señora le interrumpió “yo vengo de Barcelona, está aquí toda la parroquia de San José de Valderas”, “Yo me enteré anteayer y vengo de Galicia” decía otra…en éstas, el autobús se puso en marcha gracias a la intervención de tres forzudos que movieron el coche atravesado, por la vía manual. Ya me iba cuando otro hombre añadió “y encima por un accidente!”.
Me quedé de piedra, daba por hecho que el sacerdote había fallecido de viejo. El caso es que todo ello me dejó pensando en que afortunadamente debía haber muy buena gente también dentro de la Iglesia y que parecía obvio, que ese hombre tenía el cielo ganado. Sonreí para mi misma y llegué a la conclusión de que aquella tarde si había alguien ahí arriba había querido decirme algo así como “chiquilla como no recuperes la fe en algo, en lo que sea, tu infierno va a ser un deja’vu continuo de esta tarde….”. Prometo reflexionar. Amén.

6 may 2011

Mi curiosa memoria

Creo que estoy madurando. Y es que aunque pueda sonar vanidoso, cada vez me gusto más. Me explico, que no quiero empezar a resultar insoportable a estas alturas de blog. Desde que he llegado a Madrid, he protagonizado varias anécdotas más propias de Alfredo Landa que de una presunta mujer Joven Aunque Sobradamente Preparada, que se decía hace unos años. Mis despistes son famosos en mi círculo social y mi memoria va por libre; ella se detiene en las cosas que merecen la pena, en las demás no se molesta, es de espíritu libre pero ahora la trato mejor, al fin y al cabo es idéntica a mi. Después de años y años escuchando eso de 'tienes que fijarte más', 'un día te dejas la cabeza','no tienes arreglo' pues me he dado cuenta de que precisamente todo eso es lo que me hace original, que ser de otra manera no me interesa. Me río mucho conmigo misma,  la última vez hace unas horas cuándo mi profundo sueño y mi torta de recién levantada me han hecho entrar a paso lento al vagón de metro, con la consecuente pillada de puertas.Me ha dolido, sí. Pero después he pasado un buen rato acordándome de la cara de susto de la gente. Precisamente, en este accidentado viaje me ha dado cuenta de lo a gusto que estaba conmigo misma. Un insoportable hombre no dejaba de mirar el reloj y resoplar mientras el metro avanzaba como si la máquina tuviera la culpa de su retraso y maldecía en voz baja como si rumiara. Me entraban ganas de preguntarle si era él o el conductor del tren quien se había levantado tarde. Y es que la gente que monta en cólera por tonterías me desespera. ¿Acaso va a acabarse el mundo por cinco minutos de retraso?(y lo dice una que es puntual hasta la médula) ¿o porque no recuerdes dónde has aparcado el coche?, ¿ o porque se te cuele una moto mientras conduces?. Pues anda que no hay motivos de peso para amargarse como para andar buscando extras por la vida. Yo nunca he tenido esos arrebatos inútiles y además ahora ya no lucho contra mis despistes. Me causa mucho más problemas y ansiedad tratar de acordarme de todo lo que me dicen, que subsanar cualquier pequeño imprevisto que estos ocasionen. Que la vida ya es muy seria de por si como para andar echándote más cargas encima. Me gusta como soy. Con todas mis múltiples imperfecciones. Y por eso, creo que hoy soy más sabia que ayer.