Estoy por ir haciendo la maleta. Tanto oír a nuestros ministros decir a boca llena eso de que la crisis ha terminado, que casi te lo crees. Ya me veía con mi contrato, unas justas condiciones laborales, una nómina a fin de mes y casi, casi hasta con tiempo suficiente para cotizar y llegar a recibir una pensión.
Pero entonces me sonó la alarma del móvil; esa que tiene un toque más moderno que el despertador pero que fastidia exactamente lo mismo. Y aterricé directamente en vuelo 'low-cost' desde 'Felicilandia'.
A mi, como al resto de los españoles que no pertenecemos a la elitista clase política, me tocaba ponerme en marcha y tratar de encarar el día lo mejor posible. Ese mismo día una amiga me comentaba su frustración: profesora de secundaria, examinadora del Instituto Cervantes y con amplia experiencia, había sugerido en el colegio donde trabaja a destajo de lo que aquí llaman 'kitchen porter', la posibilidad de dar clases de apoyo de manera gratuita. La respuesta, muy educada eso sí, fue que si quería aprender cómo se da una clase, podía sentarse junto a los alumnos en su tiempo libre. Sobran los comentarios.
Pero su caso es un grano del granero. Mientras en España el Gobierno se da golpecitos de espalda, posa más sonriente que nunca en la foto (insultantemente en el caso del Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro) y se pavonea del descenso de cifras como la de la dichosa Prima de Riesgo, el resto de los ciudadanos seguimos enfrentándonos a la verdad.
Y esa verdad, fuera del territorio nacional, es que la cifra de gente de todas las edades que ponen un pie fuera de casa en busca de un futuro está lejos de disminuir. Y lo peor es que lo hacen conformándose con muy poco. La falta de opciones es lo que tiene. En casi la totalidad de los casos e independientemente de tus estudios y del nivel de idiomas que tengas, tus posibilidades de acabar siendo camarero, trabajador de fábrica u hotel, limpiador o chico para todo en una cadena de 'fast food' son del 95%. El otro 5% consigue el deseado sueño americano en versión europea: tener un trabajo acorde con su cualificación y valía.
Pero ellos siguen encontrando argumentos para felicitarse. Si cuando reconocían la crisis, los ciudadanos salían de España por su carácter "inquieto", ahora que se ha volatilizado lo achacarán a tendencias suicidas me imagino.
Lo más complicado vendrá pronto. La enorme mayoría de los que estamos fuera volveremos en un plazo medio. Nadie te dice que quiera quedarse en Inglaterra como es el caso y no creo que la cosa varíe mucho en otros destinos; porque nos encanta nuestro país, porque pese a todo, no creemos que haya ninguno igual y porque cada día lejos es un castigo soportable sólo a corto plazo. Y a la vuelta, esas decenas de miles de personas se encontrarán con unos cuantos años más, desvinculados del difícil mundo laboral nacional y con una experiencia que se reducirá a los trabajos menos cualificados. Pero a ellos qué les importa. Saben que ocurra lo que ocurra, van a seguir con los estómagos bien llenos.