No hay manera. He decidido dejar de luchar contra los tópicos acerca de los españoles. Qué demonios, si así parecemos mucho más interesantes de lo que somos. Ahora ya, cuando me hablan sobre nuestro estilo de vida no me cabreo, si no que me echo a reír imaginando la visión que tienen de nosotros. Según he podido resumir de mis múltiples testimonios con personas de todo tipo de nacionalidades vivimos en un paraíso con 40 grados constantes (lo mismo da enero que julio),tomamos paella para desayunar y almorzar, hacemos copiosas cenas de ardua preparación y lo más importante, nuestro horario laboral no empieza antes de las diez de la mañana y a las dos está más que finalizado en beneficio de un intenso almuerzo y una obligatoria siesta. Llegada la tarde, nos dedicamos a ir a la playa, salir de fiesta y cerrar los bares. De lunes a lunes. Olé por nosotros.
Con esta imagen no me extraña que los pobres británicos, que creen que la palabra 'summer' es un error del diccionario, se pasen la vida tratando de ahorrar para ir a visitar España. Especialmente llamativo es el tema de la siesta. Ellos creen que para nosotros es un descanso absolutamente inquebrantable y he llegado a oir de un 'manager', que se niega a contratar españoles porque "tienen esa costumbre de la siesta y quieren irse a dormir a mediodía" así como que "nunca jamás puedes llamar a un español a eso de las tres de la tarde porque estará durmiendo y se cabreará mucho". Al principio intentaba explicarles que es algo ocasional, que se hace durante vacaciones o de vez en cuando si tienes la desgracia de tener un turno partido de esos eternos, que te hace seguir trabajando a horas en las que ellos ya están durmiendo. Ya he desistido.
Por otra parte, no son pocas las veces que me han preguntado qué hacía aún en las calles si eran ya las siete de la tarde y debía estar cocinando la cena. Al principio no les entendía. Luego averigüe que como toda española decente debía pasar una media de dos horas en la cocina para elaborar una pesada cena tipo Nochebuena, pero a diario. "No entiendo como los españoles no estáis gordos cenando así" me decía una compañera mientras día tras día me pregunta qué voy a cenar esa noche. Cuando le hablo simplemente de fruta, cereales o una tortilla me mira como si fuese impropia de mi nacionalidad.
Otra curiosidad llega cuando hablan de Cataluña. Y en este punto, he de reconocer que los catalanes hacen una propaganda impagable. Desconozco si por cuestión de precios o gustos, muchos británicos o europeos en general, han visitado Cataluña. Y no sabía yo hasta qué punto les ha calado el mensaje a los extranjeros de que "ellos" no son España. Me han llegado a decir que "he estado en Cataluña pero ya se que eso no es España, que son distintos y que a ellos no les gusta la gente del sur" (y aquí me abstengo de opinar o acabamos mal) o bien que " lo más cerca que estuve fue en esa zona que está apartada y que tiene otro idioma y quiero visitar el resto porque me han dicho que no tiene nada que ver".
En favor de nuestros 'vecinos' catalanes diré que por aquí adoran Barcelona, cierto es, si bien mientras no se demuestre lo contrario, siguen siendo españoles se calcen o no el traje de faralaes.
Y mientras sigo descubriendo más de lo que nunca quise saber sobre mi propio país, la primavera ha llegado a Bristol. No es para emocionarse tampoco, una media de 8-11 grados y un 80% de nublados, pero aún así anochece entradas las nueve de la noche y se puede caminar sin gorro. Unos pequeños lujos que nunca pensé que valoraría tanto.