No han durado siquiera lo que dura un amor de verano. Mis días de sol se han ido tan rápido como un helado en agosto. Tengo que recordarme constantemente en qué mes estamos y mientras mi familia me escribe y me narra agonías de cuarenta grados en plena estepa extremeña, yo batallo entre el "drizzle ", los nublados y mis inquietudes con más coraje que nunca.
Hace poco mas de una semana de mi vuelta de vacaciones y creo que, mentalmente, aún no he aterrizado. Esta vez, y ésto es algo que ya tengo comprobado es totalmente aleatorio, mi vuelo no me produjo ningún ataque de ansiedad. Nada destacable en el trayecto, salvo una representativa conversación entre los ayudantes de cabina. Mientras esperábamos para embarcar, un muchacho de origen 'malagueño profundo' se abría paso a empujones con una silla de ruedas a fuerza de "sorry" y "excuse me". En ella, una chica de unos 16 años luchaba por mantener la cabeza erguida. Aparentemente no tenia nada roto y se la veía sana. Confiando en que el pasaje no sabia español y haciendo una demostración de osadía, el chico le grito a otro apostado al final del pasillo: "No veas la fenómena pisha, le ha dado una insolación en la playa y se nos ha desmayado en el Burguer King del aeropuerto". Acabáramos, aquello no era mas que otro caso de "British a la parrilla".
Una vez en tierras inglesas he intentado volver a mis rutinas, tropezando como siempre, con múltiples dificultades en lo que al tema laboral se refiere. (¿No os aburro ya?). Durante mi estancia en Marbella me entere de que me habían rechazado de un puesto de trabajo que podría haber desarrollado bastante bien, por mi edad. Me sorprendió oírlo, porque una tiene alma de eterna adolescente y estas cosas, inocente de mi, me dejan desconcertada.
Resignada me dije “lo ves, por eso estás en Inglaterra, esa tierra donde seas blanco, negro, verde, amarillo o vistas jeggings tienes una oportunidad”. Y aquí me planté de nuevo para seguir con mis clases de inglés especializadas en periodismo escrito y buscarme la vida confiando en un inmediato cambio. Una el ánimo no lo pierde. Antes de vacaciones había conseguido escribir un artículo para un periódico local y aunque estaba lejos de ser algo que merezca ni ser reseñado, pues era un comienzo. A mi vuelta iba a trabajar para ellos una vez a la semana, pisar mi primera redacción en UK y comenzar algo que me ilusionaba.
Pero la realidad ha sido otra. Desde el medio en cuestión me solicitaron mis datos de la Seguridad Social y mi fecha de nacimiento. La respuesta: por aquí ni te acerques, queremos “fresh blood”. Desconozco si me estaban sugiriendo que me metiese a vampira o que descuartizase a alguien, estoy en duda, pero el caso es que el cierre de sus puertas sonó mas seco que el de un ataúd.
Y entonces entendí que las injusticias no entienden de fronteras. Una vez entras en los 30 eres oficialmente, un personaje en el limbo. Tienes mucha experiencia a tus espaldas, formación y ganas, pero las empresas te hacen sentir como un pasado de rosca . Eso y que ademas pretendes cobrar, porque eso de la sangre fresca no es mas que una excusa para poder moldearte el cerebro y concienciarte de que merece la pena trabajar gratis o por un bocadillo.
Pues mis litros de sangre fresca y yo queremos deciros algo, empresas 'chupasangre'. La gente como yo, ha cruzado fronteras, echa de menos a su familia, a sus amigos, a sus parejas, a su entorno. Pero sigue luchando. Cambia el coche por la bicicleta o el autobús, el sol por la lluvia eterna y la comodidad de un hogar por techos siempre temporales. Estudia, se forma, se mueve y aprende a adaptarse a un nuevo escenario en el que, efectivamente, ya no acabas de salir de la universidad. Y todo lo hacen movidos por algo que esos directivos apoltronados en sus sillones no tienen: ilusión. Y eso es algo que no podéis quitarnos.
Y al que me lo discuta, le muerdo, que necesito renovarme para ser eternamente joven.