11 ago 2013
No se lo digas a nadie...
En estos días no dejo de darle vueltas a la falta que me hace tener menos escrúpulos. Para todo. Hasta yo, que tardo en pillar una maldad algo más de un lustro, he llegado a la conclusión de qué o le echas tripas a las cosas o estás perdida. Claro, que para eso hay que valer y creérselo, amén de pisar las cabezas que haga falta y plantarte una sonrisa eterna en la cara sin el más mínimo ápice de remordimiento. Yo creo que es algo con lo que se nace, también os lo digo, pero no pierdo la esperanza de, al menos, aprender a hacerme valer y plantar cara a esa cantidad de mamarrachos que andan por el mundo y que en realidad no tienen más que fachada y tragaderas. Dicho así parece que alguien me la acaba de jugar y que hablo desde el rencor, pero no es así, es una reflexión obtenida a base de los múltiples ejemplos que te otorga la vida diaria. Y como de algo tenía que escribir (desde que abandoné temporalmente Inglaterra tengo el 'blog' en dique seco) pues aprovecho para ser un poquito malvada, aunque sea por un rato. Mientras tanto agosto pasa, nuestros vecinos madrileños y usuarios de polos y mocasines inundan Marbella con la esperanza de poder contárselo cuanto antes a sus amigos y las viejas glorias del glamour pasean su palmito en busca de 'flashes' a los que encandilar. Pero de eso se trata al fin y al cabo, de dar pocos palos al agua y mucho de qué hablar.
17 jun 2013
The Big Issue
Yo podría protagonizar un anuncio de helados. Si la vuelta a casa por Navidad le vale de excusa a los de los turrones, mis regresos durante los veranos son ya otro clásico. Con las maletas abiertas de par en par y las cajas de cartones inundando la casa apuro las horas, cada día más convencida de la certeza de aquella frase que asegura que "de todo se aprende". Y mucho.
Durante las últimas semanas y por cuestiones de trabajo, paso bastantes horas a pie de calle. Una labor que no se presentaba nada apasionante a priori, pero que me está dando una lección y haciéndome creer que, en materia de humanidad, quizás no lo tengamos todo perdido. Con el paso de los días vas reconociendo rostros hasta hacerlos familiares y descubres que ahí, frente a ti y delante de los escaparates se esconde una sociedad al margen. Esa que hace de la calle su hogar y que lo que más desea cada mañana, es que no amanezca lloviendo.
Hay rostros de todo tipo e historias para todos los gustos. Está el pastor que reparte oraciones en busca de almas perdidas. Ese que te acerca un café y te cuenta que él no toma porque está en su quinto día de dieta. Que su hijo se casa y quiere caber en el traje. Siempre viste una sonrisa y no fuerza a la convicción. Asegura que es otro desde que descubrió la fe, que ha dejado atrás décadas de alcoholismo que derivaron en un trasplante.
A su lado se colocan los monjes tibetanos. De una manera gráfica y silenciosa explican a través de fotografías, su desgracia. Bajo el lema 'Tibet is burning' van narrando como sus jóvenes se prenden fuego como una cerilla para reclamar la independencia de su país. Otro de los dramas olvidados por el mundo de no ser por acciones como la suya.
Y no puedo olvidarme de los que están en cada esquina. En Gran Bretaña, personas sin recursos se apostan en las calles para vender 'The Big Issue', una publicación multitemática y cuyos beneficios van destinados a mejorar la calidad de vida de estas personas.
Una amiga ya me había contado como algunos de ellos la ayudaban en su día a día a colocar las mesas de la pastelería donde trabajaba y se ofrecían para echar una mano en cualquier cosa mientras trataban de vender su magazine.
Yo por mi parte, coincido mucho con uno de ellos. El primer día que se paró junto a mi ya se ganó mi simpatía. Me preguntó qué tal estaba, cómo iba el día y me explicó que estaba "esperando a que salga el sol, porque así la gente está mas contenta y compran más". Se despidió con una sonrisa y me dijo "te veo a la vuelta", volviendo a preguntarme si de verdad estaba bien. Le faltan casi todos los dientes, está en la calle y tiene unos 30 años más que yo. Y aún así tenía tiempo para interesarse por mí.
Desde entonces cada mañana pasa y me hace una gracia.
Por cosas como ésta, además del buen número de amigos que me llevo y las experiencias impagables, esta nueva aventura ha merecido la pena. Aunque siga sin comprender a los ingleses, aunque me horrorice su forma de vida.
Y además tiene recompensa: las próximas letras las escribiré ya a pie de tumbona.
Durante las últimas semanas y por cuestiones de trabajo, paso bastantes horas a pie de calle. Una labor que no se presentaba nada apasionante a priori, pero que me está dando una lección y haciéndome creer que, en materia de humanidad, quizás no lo tengamos todo perdido. Con el paso de los días vas reconociendo rostros hasta hacerlos familiares y descubres que ahí, frente a ti y delante de los escaparates se esconde una sociedad al margen. Esa que hace de la calle su hogar y que lo que más desea cada mañana, es que no amanezca lloviendo.
Hay rostros de todo tipo e historias para todos los gustos. Está el pastor que reparte oraciones en busca de almas perdidas. Ese que te acerca un café y te cuenta que él no toma porque está en su quinto día de dieta. Que su hijo se casa y quiere caber en el traje. Siempre viste una sonrisa y no fuerza a la convicción. Asegura que es otro desde que descubrió la fe, que ha dejado atrás décadas de alcoholismo que derivaron en un trasplante.
A su lado se colocan los monjes tibetanos. De una manera gráfica y silenciosa explican a través de fotografías, su desgracia. Bajo el lema 'Tibet is burning' van narrando como sus jóvenes se prenden fuego como una cerilla para reclamar la independencia de su país. Otro de los dramas olvidados por el mundo de no ser por acciones como la suya.
Y no puedo olvidarme de los que están en cada esquina. En Gran Bretaña, personas sin recursos se apostan en las calles para vender 'The Big Issue', una publicación multitemática y cuyos beneficios van destinados a mejorar la calidad de vida de estas personas.
Una amiga ya me había contado como algunos de ellos la ayudaban en su día a día a colocar las mesas de la pastelería donde trabajaba y se ofrecían para echar una mano en cualquier cosa mientras trataban de vender su magazine.
Yo por mi parte, coincido mucho con uno de ellos. El primer día que se paró junto a mi ya se ganó mi simpatía. Me preguntó qué tal estaba, cómo iba el día y me explicó que estaba "esperando a que salga el sol, porque así la gente está mas contenta y compran más". Se despidió con una sonrisa y me dijo "te veo a la vuelta", volviendo a preguntarme si de verdad estaba bien. Le faltan casi todos los dientes, está en la calle y tiene unos 30 años más que yo. Y aún así tenía tiempo para interesarse por mí.
Desde entonces cada mañana pasa y me hace una gracia.
Por cosas como ésta, además del buen número de amigos que me llevo y las experiencias impagables, esta nueva aventura ha merecido la pena. Aunque siga sin comprender a los ingleses, aunque me horrorice su forma de vida.
Y además tiene recompensa: las próximas letras las escribiré ya a pie de tumbona.
24 may 2013
Con piedras en los bolsillos
Se acerca junio y seguimos temblando. El año, cronológicamente hablando, avanza. La temperatura, sin embargo, va por libre. Un vendaval que acentúa los ocho grados y los rebaja a una sensación térmica de seis, lleva golpeando Bristol sin piedad durante un par de días. Tampoco falta el granizo. Mi trayecto al centro en bici y la compra se han convertido en una aventura arriesgada. He llegado a casa maldiciendo e implorando al verano que si no quiere venir, al menos mande de una vez a la escaqueada primavera.
Mientras tanto las calles ya bullen de hispano-parlantes, el aeropuerto por fin se ha dignado a emitir anuncios en español, Ryanair se está haciendo de oro y los albergues siguen colgando el cartel de completo día sí y día también. Estamos muy lejos de ser algo exótico, si es que alguna vez lo fuimos.
Y en medio de esta maraña de nacionalidades (no hay que olvidar que árabes, polacos e indios son también legión), el Primer Ministro británico David Cameron, marca 2014 en el calendario como el año para encauzar un sistema que él mismo considera "fuera de control". La vivienda, la salud pública y los subsidios dejarán de estar al alcance de todos (esto me suena de algo) para pasar a ser privilegios.
Me imagino el asombro que deben sufrir los políticos cuando revisan las cifras de inmigrantes. Un país de clima hostil, con poca calidad de vida y que se caracteriza por ir contracorriente, es hoy el objeto de deseo (con permiso de Alemania) de jóvenes y no tan jóvenes de toda Europa. No querías caldo, pues toma dos tazas.
En su defensa es justo destacar el elevado nivel tolerancia, en todos los aspectos, que se respira en este país donde la mezcla de culturas y etnias está no solo asumida, si no totalmente normalizada. Pero la llegada de la consabida crisis ha puesto a los británicos en un aprieto comprensible.
Si bien es cierto que siempre hay quien aterriza con la intención de buscarle las vueltas a un sistema sobreprotector e indulgente con los 'benefits', la mayoría no viene con otra intención que buscarse la vida y arreglarse con cualquier trabajo muy, pero que muy alejado de su especialización.
No es exagerado decir que por ejemplo, ahora mismo, los españoles sustentan en Bristol gran parte del sector servicios y se ocupan de trabajos que muchos británicos, tirados en el sofá al amparo de esas ayudas que ahora Cameron quiere reducir, no quieren realizar.
Así las cosas, ¿es la mejor idea dificultar la vida aún más a aquellos que engrasan la maquinaria de la hostelería o las fábricas y que gastan su sueldo íntegro en el país?, ¿No sería mejor alentar a los ingleses a buscar un empleo mediante una reducción justa de las ayudas o un mayor control de éstas?.
La respuesta, al menos para mí, no es tan obvia y si bien rechazo por supuesto, todo tipo de discriminación y veto, también entiendo la situación peliaguda del receptor.
Para terminar con ese toque hortera que sólo ellos saben poner a todo, diré que esta semana estoy de enhorabuena.Y es que ya estoy más cerca de mi hogar. El canal de televisión ITV4 lanza a su parrilla el que está llamado a ser su gran éxito del verano: 'The only way is Marbella'. Playa, sol, rubias, dinero y mucho, pero mucho guiri borracho. Porque después de todo, hay cosas que nunca cambian.
Mientras tanto las calles ya bullen de hispano-parlantes, el aeropuerto por fin se ha dignado a emitir anuncios en español, Ryanair se está haciendo de oro y los albergues siguen colgando el cartel de completo día sí y día también. Estamos muy lejos de ser algo exótico, si es que alguna vez lo fuimos.
Y en medio de esta maraña de nacionalidades (no hay que olvidar que árabes, polacos e indios son también legión), el Primer Ministro británico David Cameron, marca 2014 en el calendario como el año para encauzar un sistema que él mismo considera "fuera de control". La vivienda, la salud pública y los subsidios dejarán de estar al alcance de todos (esto me suena de algo) para pasar a ser privilegios.
Me imagino el asombro que deben sufrir los políticos cuando revisan las cifras de inmigrantes. Un país de clima hostil, con poca calidad de vida y que se caracteriza por ir contracorriente, es hoy el objeto de deseo (con permiso de Alemania) de jóvenes y no tan jóvenes de toda Europa. No querías caldo, pues toma dos tazas.
En su defensa es justo destacar el elevado nivel tolerancia, en todos los aspectos, que se respira en este país donde la mezcla de culturas y etnias está no solo asumida, si no totalmente normalizada. Pero la llegada de la consabida crisis ha puesto a los británicos en un aprieto comprensible.
Si bien es cierto que siempre hay quien aterriza con la intención de buscarle las vueltas a un sistema sobreprotector e indulgente con los 'benefits', la mayoría no viene con otra intención que buscarse la vida y arreglarse con cualquier trabajo muy, pero que muy alejado de su especialización.
No es exagerado decir que por ejemplo, ahora mismo, los españoles sustentan en Bristol gran parte del sector servicios y se ocupan de trabajos que muchos británicos, tirados en el sofá al amparo de esas ayudas que ahora Cameron quiere reducir, no quieren realizar.
Así las cosas, ¿es la mejor idea dificultar la vida aún más a aquellos que engrasan la maquinaria de la hostelería o las fábricas y que gastan su sueldo íntegro en el país?, ¿No sería mejor alentar a los ingleses a buscar un empleo mediante una reducción justa de las ayudas o un mayor control de éstas?.
La respuesta, al menos para mí, no es tan obvia y si bien rechazo por supuesto, todo tipo de discriminación y veto, también entiendo la situación peliaguda del receptor.
Para terminar con ese toque hortera que sólo ellos saben poner a todo, diré que esta semana estoy de enhorabuena.Y es que ya estoy más cerca de mi hogar. El canal de televisión ITV4 lanza a su parrilla el que está llamado a ser su gran éxito del verano: 'The only way is Marbella'. Playa, sol, rubias, dinero y mucho, pero mucho guiri borracho. Porque después de todo, hay cosas que nunca cambian.
22 abr 2013
Siesta, paella, gitanillas encima de la televisión y un país llamado Cataluña
No hay manera. He decidido dejar de luchar contra los tópicos acerca de los españoles. Qué demonios, si así parecemos mucho más interesantes de lo que somos. Ahora ya, cuando me hablan sobre nuestro estilo de vida no me cabreo, si no que me echo a reír imaginando la visión que tienen de nosotros. Según he podido resumir de mis múltiples testimonios con personas de todo tipo de nacionalidades vivimos en un paraíso con 40 grados constantes (lo mismo da enero que julio),tomamos paella para desayunar y almorzar, hacemos copiosas cenas de ardua preparación y lo más importante, nuestro horario laboral no empieza antes de las diez de la mañana y a las dos está más que finalizado en beneficio de un intenso almuerzo y una obligatoria siesta. Llegada la tarde, nos dedicamos a ir a la playa, salir de fiesta y cerrar los bares. De lunes a lunes. Olé por nosotros.
Con esta imagen no me extraña que los pobres británicos, que creen que la palabra 'summer' es un error del diccionario, se pasen la vida tratando de ahorrar para ir a visitar España. Especialmente llamativo es el tema de la siesta. Ellos creen que para nosotros es un descanso absolutamente inquebrantable y he llegado a oir de un 'manager', que se niega a contratar españoles porque "tienen esa costumbre de la siesta y quieren irse a dormir a mediodía" así como que "nunca jamás puedes llamar a un español a eso de las tres de la tarde porque estará durmiendo y se cabreará mucho". Al principio intentaba explicarles que es algo ocasional, que se hace durante vacaciones o de vez en cuando si tienes la desgracia de tener un turno partido de esos eternos, que te hace seguir trabajando a horas en las que ellos ya están durmiendo. Ya he desistido.
Por otra parte, no son pocas las veces que me han preguntado qué hacía aún en las calles si eran ya las siete de la tarde y debía estar cocinando la cena. Al principio no les entendía. Luego averigüe que como toda española decente debía pasar una media de dos horas en la cocina para elaborar una pesada cena tipo Nochebuena, pero a diario. "No entiendo como los españoles no estáis gordos cenando así" me decía una compañera mientras día tras día me pregunta qué voy a cenar esa noche. Cuando le hablo simplemente de fruta, cereales o una tortilla me mira como si fuese impropia de mi nacionalidad.
Otra curiosidad llega cuando hablan de Cataluña. Y en este punto, he de reconocer que los catalanes hacen una propaganda impagable. Desconozco si por cuestión de precios o gustos, muchos británicos o europeos en general, han visitado Cataluña. Y no sabía yo hasta qué punto les ha calado el mensaje a los extranjeros de que "ellos" no son España. Me han llegado a decir que "he estado en Cataluña pero ya se que eso no es España, que son distintos y que a ellos no les gusta la gente del sur" (y aquí me abstengo de opinar o acabamos mal) o bien que " lo más cerca que estuve fue en esa zona que está apartada y que tiene otro idioma y quiero visitar el resto porque me han dicho que no tiene nada que ver".
En favor de nuestros 'vecinos' catalanes diré que por aquí adoran Barcelona, cierto es, si bien mientras no se demuestre lo contrario, siguen siendo españoles se calcen o no el traje de faralaes.
Y mientras sigo descubriendo más de lo que nunca quise saber sobre mi propio país, la primavera ha llegado a Bristol. No es para emocionarse tampoco, una media de 8-11 grados y un 80% de nublados, pero aún así anochece entradas las nueve de la noche y se puede caminar sin gorro. Unos pequeños lujos que nunca pensé que valoraría tanto.
Con esta imagen no me extraña que los pobres británicos, que creen que la palabra 'summer' es un error del diccionario, se pasen la vida tratando de ahorrar para ir a visitar España. Especialmente llamativo es el tema de la siesta. Ellos creen que para nosotros es un descanso absolutamente inquebrantable y he llegado a oir de un 'manager', que se niega a contratar españoles porque "tienen esa costumbre de la siesta y quieren irse a dormir a mediodía" así como que "nunca jamás puedes llamar a un español a eso de las tres de la tarde porque estará durmiendo y se cabreará mucho". Al principio intentaba explicarles que es algo ocasional, que se hace durante vacaciones o de vez en cuando si tienes la desgracia de tener un turno partido de esos eternos, que te hace seguir trabajando a horas en las que ellos ya están durmiendo. Ya he desistido.
Por otra parte, no son pocas las veces que me han preguntado qué hacía aún en las calles si eran ya las siete de la tarde y debía estar cocinando la cena. Al principio no les entendía. Luego averigüe que como toda española decente debía pasar una media de dos horas en la cocina para elaborar una pesada cena tipo Nochebuena, pero a diario. "No entiendo como los españoles no estáis gordos cenando así" me decía una compañera mientras día tras día me pregunta qué voy a cenar esa noche. Cuando le hablo simplemente de fruta, cereales o una tortilla me mira como si fuese impropia de mi nacionalidad.
Otra curiosidad llega cuando hablan de Cataluña. Y en este punto, he de reconocer que los catalanes hacen una propaganda impagable. Desconozco si por cuestión de precios o gustos, muchos británicos o europeos en general, han visitado Cataluña. Y no sabía yo hasta qué punto les ha calado el mensaje a los extranjeros de que "ellos" no son España. Me han llegado a decir que "he estado en Cataluña pero ya se que eso no es España, que son distintos y que a ellos no les gusta la gente del sur" (y aquí me abstengo de opinar o acabamos mal) o bien que " lo más cerca que estuve fue en esa zona que está apartada y que tiene otro idioma y quiero visitar el resto porque me han dicho que no tiene nada que ver".
En favor de nuestros 'vecinos' catalanes diré que por aquí adoran Barcelona, cierto es, si bien mientras no se demuestre lo contrario, siguen siendo españoles se calcen o no el traje de faralaes.
Y mientras sigo descubriendo más de lo que nunca quise saber sobre mi propio país, la primavera ha llegado a Bristol. No es para emocionarse tampoco, una media de 8-11 grados y un 80% de nublados, pero aún así anochece entradas las nueve de la noche y se puede caminar sin gorro. Unos pequeños lujos que nunca pensé que valoraría tanto.
30 mar 2013
¿Dónde estás primavera?
Abril a la vuelta de la esquina y por
aquí ni los pajarillos cantan, ni las nubes se levantan. De hecho,
empiezo a sospechar que el cielo es de atrezzo. Ya me imagino a los
comerciantes del omnipresente 'Poundland' tratando con el Gobierno
británico, “se lo dejo barato oiga, nublados garantizados 364 días
al año por una libra el metro cuadrado”. Me queda averiguar por
qué les hicieron esa faena a los residentes nacionales, pero es
solo cuestión de tiempo. Esta mañana bajaba hacia la parada
apurada cuando un entrañable viejete con ganas de conversación me
detuvo a la órden de “It is cold, isn,t it?”. Acto seguido me
empezó a narrar como a las siete de la mañana brilló unos minutos
el sol tras lo cual a punto estuvo de calzarse las bermudas, si bien
a estas horas (léase diez de la mañana), se hallaba de nuevo
embutido en abrigos y guantes. Tras la inevitable charla y el lamento
común por las temperaturas seguí hacia la parada pensando, una vez
más, en lo afortunada que era. En este país uno ya puede cumplir la
centena, que no por ello acaba acostumbrándose a pasarse el 90% del
año tiritando y sin recibir una sola caricia de sol, por no hablar
de la calidad de vida de la población media en general. Y eso lo
sabemos todos los que estamos aquí, pero pese a todo ello cada vez
somos más. El inglés no se si lo perfeccionaremos pero el español
lo llevamos de escándalo. Yo sin ir más lejos hablo ya medio
gallego, tengo dejes granaínos y voy camino de obtener 'Cum Laude'
en mi malagueño nativo. No me extrañaría que en breve, los
ingleses se vieran obligados a aprender la lengua de Don Quijote si
no quieren verse en minoría. Hay que reconocerlo: somos una plaga
in crescendo. Y no es porque como dirían los
populares tengamos un desmesurado espíritu aventurero, si no
porque las opciones en casa son pocas o ninguna. Ese lema famoso y
que reza que “no nos vamos, nos echan”, es cada día más cierto
que el anterior. No conozco a un solo compatriota deseoso de
permanecer en Inglaterra e imagino que ocurre lo mismo en otros
países como Alemania. Señores ministros, los jóvenes españoles
tienen el espíritu aventurero para viajar, crecer profesionalmente
o descubrir mundo, no para venir a fregar platos cargados
con licenciaturas y doctorados ahora mismo inútiles, a sus espaldas.
3 mar 2013
Yo quiero ser como Allan

Por fortuna hay otros que deciden dar
el paso adelante. Homenajeo en estas líneas a otro de mis compañeros
que, tras varias semanas siendo maltratado por un impresentable que
se regodeaba de representar a una de las empresas con más renombre
de la hostelería inglesa, ha “soltado el mandilón” como él
dice y les ha dejado claro que no pasa por el aro.
Pues va este texto va por ellos, por
Allan y por los que como él eligen vivir y no sobrevivir.
13 feb 2013
Con Diógenes a cuestas
Más contenta que unas castañuelas. Así me encuentro con mi billete recién comprado para la próxima escapada a Málaga. Entre medias y para soportar tanto nublado, sigo peleándome con este país al que ya he perdido la esperanza de encontrarle la gracia. En el apartado higiene inglesa cabría desarrollar una biblia pero, como no quiero granjearme más enemigos que los justos, voy a centrarme en los residuos urbanos. Vamos, en la basura de toda la vida. Y en este punto no pueden culparme. Que yo empecé con muy buen pie y mejores intenciones. Visité la página web del 'Bristol British Council', copié el listado de reciclaje, lo traduje para mis compañeros, pegué el folio en la puerta y me metí de lleno en el mundo de la separación de residuos.
Pero no hay manera. Las tres primeras semanas y por razones que aún desconocemos, el basurero obvió nuestro jardín mientras que mis conversaciones con el responsable vía mail no dejaban de parecer de besugos. "Debéis estar haciendo algo mal, las cajas están en la posición correcta?". Hombre señor, pues ahí me pilla usted, las cajas están sobre la acera como las de todos los vecinos. "Y hay algo de basura en los laterales?, porque si dejáis algo fuera tampoco lo recogen". Llevan tres semanas sin venir, algo desbordados si que estamos.... "Pues si tenéis tanta basura ya habría que llamar a un equipo especial". Me eché a temblar, ya me veía a los Marshall aterrizando en el patio.
Me entraron ganas de decirle que no somos ingleses, que no tendemos a tener la casa como ellos y que con un basurero al uso nos bastaba. Pero claro, mejor muérdete la lengua si no quieres acabar enterrada como si padeciéses Diógenes. En honor a la verdad, he de decir que una mañana y sin saber por qué se la llevaron. Un breve respiro que no duraría mucho. Hace dos semanas recogieron una caja sí y otra no y ésta nos hemos topado con el más difícil todavía. Pese a estar todo bien colocado, separado y cerrado, algún trabajador con un mal día nos ha volcado la caja de reciclaje ( recordad que es separada poco a poco y con paciencia durante una semana) en el cubo negro para residuos de comida (cerrada en bolsas negras, que de otro color tampoco les valen) que tampoco han vaciado. Así las cosas, ahora tenemos un enorme contenedor vertical con todos los tetrabriks, latas, plásticos, cartones etc...amontonados con huesos, pieles de fruta, restos de filete... en fin, una ensalada de cuidado. Nuestra cara ha sido un poema. Tres españoles en pijama y con cara de póker mirando el atestado cubo y maldiciendo la bandera roji-azul. Pero tenemos un lema: no van a poder con nosotros.
Pero no hay manera. Las tres primeras semanas y por razones que aún desconocemos, el basurero obvió nuestro jardín mientras que mis conversaciones con el responsable vía mail no dejaban de parecer de besugos. "Debéis estar haciendo algo mal, las cajas están en la posición correcta?". Hombre señor, pues ahí me pilla usted, las cajas están sobre la acera como las de todos los vecinos. "Y hay algo de basura en los laterales?, porque si dejáis algo fuera tampoco lo recogen". Llevan tres semanas sin venir, algo desbordados si que estamos.... "Pues si tenéis tanta basura ya habría que llamar a un equipo especial". Me eché a temblar, ya me veía a los Marshall aterrizando en el patio.
Me entraron ganas de decirle que no somos ingleses, que no tendemos a tener la casa como ellos y que con un basurero al uso nos bastaba. Pero claro, mejor muérdete la lengua si no quieres acabar enterrada como si padeciéses Diógenes. En honor a la verdad, he de decir que una mañana y sin saber por qué se la llevaron. Un breve respiro que no duraría mucho. Hace dos semanas recogieron una caja sí y otra no y ésta nos hemos topado con el más difícil todavía. Pese a estar todo bien colocado, separado y cerrado, algún trabajador con un mal día nos ha volcado la caja de reciclaje ( recordad que es separada poco a poco y con paciencia durante una semana) en el cubo negro para residuos de comida (cerrada en bolsas negras, que de otro color tampoco les valen) que tampoco han vaciado. Así las cosas, ahora tenemos un enorme contenedor vertical con todos los tetrabriks, latas, plásticos, cartones etc...amontonados con huesos, pieles de fruta, restos de filete... en fin, una ensalada de cuidado. Nuestra cara ha sido un poema. Tres españoles en pijama y con cara de póker mirando el atestado cubo y maldiciendo la bandera roji-azul. Pero tenemos un lema: no van a poder con nosotros.
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