30 mar 2013

¿Dónde estás primavera?


Abril a la vuelta de la esquina y por aquí ni los pajarillos cantan, ni las nubes se levantan. De hecho, empiezo a sospechar que el cielo es de atrezzo. Ya me imagino a los comerciantes del omnipresente 'Poundland' tratando con el Gobierno británico, “se lo dejo barato oiga, nublados garantizados 364 días al año por una libra el metro cuadrado”. Me queda averiguar por qué les hicieron esa faena a los residentes nacionales, pero es solo cuestión de tiempo. Esta mañana bajaba hacia la parada apurada cuando un entrañable viejete con ganas de conversación me detuvo a la órden de “It is cold, isn,t it?”. Acto seguido me empezó a narrar como a las siete de la mañana brilló unos minutos el sol tras lo cual a punto estuvo de calzarse las bermudas, si bien a estas horas (léase diez de la mañana), se hallaba de nuevo embutido en abrigos y guantes. Tras la inevitable charla y el lamento común por las temperaturas seguí hacia la parada pensando, una vez más, en lo afortunada que era. En este país uno ya puede cumplir la centena, que no por ello acaba acostumbrándose a pasarse el 90% del año tiritando y sin recibir una sola caricia de sol, por no hablar de la calidad de vida de la población media en general. Y eso lo sabemos todos los que estamos aquí, pero pese a todo ello cada vez somos más. El inglés no se si lo perfeccionaremos pero el español lo llevamos de escándalo. Yo sin ir más lejos hablo ya medio gallego, tengo dejes granaínos y voy camino de obtener 'Cum Laude' en mi malagueño nativo. No me extrañaría que en breve, los ingleses se vieran obligados a aprender la lengua de Don Quijote si no quieren verse en minoría. Hay que reconocerlo: somos una plaga in crescendo. Y no es porque como dirían los populares tengamos un desmesurado espíritu aventurero, si no porque las opciones en casa son pocas o ninguna. Ese lema famoso y que reza que “no nos vamos, nos echan”, es cada día más cierto que el anterior. No conozco a un solo compatriota deseoso de permanecer en Inglaterra e imagino que ocurre lo mismo en otros países como Alemania. Señores ministros, los jóvenes españoles tienen el espíritu aventurero para viajar, crecer profesionalmente o  descubrir mundo, no para venir a fregar platos cargados con licenciaturas y doctorados ahora mismo inútiles, a sus espaldas. 

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