5 jul 2011

Catwoman también se derrite

Tenía marcada la máxima para este año de tomarme con el pie derecho las cosas. Pero ésta, la que me ocupa, me está resultando harto difícil, aunque pueda sonar tribial al lado de otras. Durante los últimos meses, he descubierto dos hechos curiosos relacionados con la climatología: el aceite de oliva puede congelarse sobre la encimera de la cocina (qué paranormal aquella estancia bristoliana del 'Full Moon') y la pasta de dientes puede borbotear de calor (maldito verano en Vallecas y sin aire acondicionado). Ya estoy instalada en el que, de momento, será algo así como mi casa y no podría quejarme de no ser porque su situación estratégica, hace que los 40 grados de la calle den gusto (y del bueno) comparado con entrar a mi cuarto. Juraría que hasta se me ha evaporado la celulitis. Así las cosas, mi mini compañero felino de dos meses y yo nos paseamos por los pasillos maullando él y casi arrastrándome yo, mientras rogamos al inclemente Dios que nos de una tregua. Curiosa mi relación con los gatos. Desde hace años son mis animales favoritos y quien no haya tenido uno, no sabe lo equivocado que está el imaginario colectivo sobre ellos. En esta ocasión, este señor miau venía incorporado con el piso, pero como la dueña está de vacaciones, él ha olido que por mis venas latía sangre de una sucesora de Catwoman, y no se separa de mi ni a la hora de dormir. Momento en el que no tiene reparo alguno en meterme un poquito más de 'caló' a modo de almohada peluda. Y así andamos los dos, sigilosos, felinos, derretidos, yo bebo agua helada y le pongo un poco. Nos miramos y nos comprendemos, el viene de la calle, yo ya ni se de donde vengo. Va a ser un mes de julio muy largo. Por fin he encontrado un motivo para ser ambiciosa: quiero el mejor aire acondicionado del mercado.

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