24 jul 2015
Te estoy escuchando
Hoy tengo la sensación de que llevo un tiempo traicionándome a mi misma. Perdiendo mi esencia. Es 26 de julio, bueno eso dice el calendario, porque los doce grados y la tormenta me hacen dudarlo. El otro día lo hablaba con unos amigos, aquí te sientes como en esa serie de televisión 'Under the Dome', bajo una campana espesa, húmeda y tan difícil de llevar. Para contrarrestar el panorama me he puesto 'Canal Fiesta Radio' a modo de inyección andaluza en vena urgente, esta vez era cuestión de vida o muerte. Mientras, recibo mensajes de mis amigos y familia. Se quejan de que se derriten, pero yo les insisto en que no hay color. Una de mis hermanas se codea estos días con Lenny Kravitz, mi prima manda fotos con Alaska y los menos glamurosos se tuestan en la playa sufriendo la gastronomía mediterránea .Qué mala vida lleváis!- les ironizo. Aquí la vida trascurre distinta, tienen mejor economía sí, ahí se acaba la cosa. Mi cuerpo está llegando a su 'expiry date' y a la mínima 'inglesada' que le hago (léase comer cualquier cosa que aquí califican como 'ready to eat', levantarme a las 4,30 de la mañana, tener la vida social de una lechuza..) se me rebela y de maneras cada vez más violentas. Creo que no me reconoce y me está dando señales de alarma para hacerme despertar. ¿Por qué ya no bailas?, ¿Por qué estás tirando a pálida en pleno verano?, ¿Dónde están los vasos de gazpacho?. Se siente cansado, timado y en baja forma. No te preocupes, body, he captado el mensaje. Como dice la canción que suena en estos momentos, "echa pa,lla, to lo malo echa pa,lla".
6 feb 2015
Apatía literaria y otros males del mundo
Mi ordenador ha vuelto, supongo que a su estilo, es decir momentáneamente e imperfecto, pero menos es nada. Las dificultades tecnológicas son solo una parte de esta apatía de letras que me invade últimamente. El cansancio es la otra mitad, aunque espero volver a la normalidad pronto ayudada de un recien adquirido cargamento más multivitaminado que Super Ratón. Lo único que podría destacar de este mes es mis múltiples y variados intentos de encontrar algo que hacer. Algo divertido,añado. Que no es que una sea la reina de la sosería,si no que el frío,la oscuridad y levantarme según el día entre las 4.30 y las 6 no ayuda mucho. Y está resultando como dicen aquí una "hard task" a pesar del empeño que le vengo poniendo. Debe ser que me falta inspiración. De hecho, en mi última visita al médico al borde del arrastre la buena señora me mandó "comer porquerías" (literalmente "eat naughty") y ni ello me ha servido de motivo para iniciar uno de mis clásicos post-protesta. Con este espíritu no me aceptarían en 'Podemos', no. (Cosa que si vosotros no tenéis claro si es buena o mala imaginaros yo que ya tomo el té de las cinco). Mientras me vuelve la musa o las vitaminas hacen su trabajo aprovecho para desearos un buen febrero. See you soon guys.
14 oct 2014
Las cicatrices de la pasión
Dice Joaquín Sabina, un hombre al que admiro profundamente, que cuando uno vive apasionadamente las cicatrices son inevitables. Y qué razón tiene, se marcan en el alma a base de cincel y te hacen preguntarte si no estarás equivocada, si plantearte las cosas más allá de lo que te dicen, evitar la condescendencia, hablar con claridad, tener algún pronto de genio o negarte a seguir lo establecido, son acciones que deberías enterrar. Te repites que te haría la vida más fácil dejar la pasión a un lado y mantener la mente fría.Y lo he intentado, pero no puedo. Soy de cicatrices profundas pero vivas y por ello acumulo experiencias con las que podría escribir un libro. En este país de familias desarraigadas lo frío y calculador está demasiado a la vista. Pero yo no quiero despego, ni frialdad, ni escalar posiciones a costa de sacrificar lo que realmente importa: vivir la vida. Porque las heridas sanan y te ayudan a aprender, mientras que quien carece de ellas no sabe lo que es estar vivo. No sabe lo que es reir hasta partirse en dos y no se ha quemado hasta estar en cenizas. ¿Y para qué vivir si no?.
28 ago 2014
Litros de sangre fresca or Pints of fresh blood
No han durado siquiera lo que dura un amor de verano. Mis días de sol se han ido tan rápido como un helado en agosto. Tengo que recordarme constantemente en qué mes estamos y mientras mi familia me escribe y me narra agonías de cuarenta grados en plena estepa extremeña, yo batallo entre el "drizzle ", los nublados y mis inquietudes con más coraje que nunca.
Hace poco mas de una semana de mi vuelta de vacaciones y creo que, mentalmente, aún no he aterrizado. Esta vez, y ésto es algo que ya tengo comprobado es totalmente aleatorio, mi vuelo no me produjo ningún ataque de ansiedad. Nada destacable en el trayecto, salvo una representativa conversación entre los ayudantes de cabina. Mientras esperábamos para embarcar, un muchacho de origen 'malagueño profundo' se abría paso a empujones con una silla de ruedas a fuerza de "sorry" y "excuse me". En ella, una chica de unos 16 años luchaba por mantener la cabeza erguida. Aparentemente no tenia nada roto y se la veía sana. Confiando en que el pasaje no sabia español y haciendo una demostración de osadía, el chico le grito a otro apostado al final del pasillo: "No veas la fenómena pisha, le ha dado una insolación en la playa y se nos ha desmayado en el Burguer King del aeropuerto". Acabáramos, aquello no era mas que otro caso de "British a la parrilla".
Una vez en tierras inglesas he intentado volver a mis rutinas, tropezando como siempre, con múltiples dificultades en lo que al tema laboral se refiere. (¿No os aburro ya?). Durante mi estancia en Marbella me entere de que me habían rechazado de un puesto de trabajo que podría haber desarrollado bastante bien, por mi edad. Me sorprendió oírlo, porque una tiene alma de eterna adolescente y estas cosas, inocente de mi, me dejan desconcertada.
Resignada me dije “lo ves, por eso estás en Inglaterra, esa tierra donde seas blanco, negro, verde, amarillo o vistas jeggings tienes una oportunidad”. Y aquí me planté de nuevo para seguir con mis clases de inglés especializadas en periodismo escrito y buscarme la vida confiando en un inmediato cambio. Una el ánimo no lo pierde. Antes de vacaciones había conseguido escribir un artículo para un periódico local y aunque estaba lejos de ser algo que merezca ni ser reseñado, pues era un comienzo. A mi vuelta iba a trabajar para ellos una vez a la semana, pisar mi primera redacción en UK y comenzar algo que me ilusionaba.
Pero la realidad ha sido otra. Desde el medio en cuestión me solicitaron mis datos de la Seguridad Social y mi fecha de nacimiento. La respuesta: por aquí ni te acerques, queremos “fresh blood”. Desconozco si me estaban sugiriendo que me metiese a vampira o que descuartizase a alguien, estoy en duda, pero el caso es que el cierre de sus puertas sonó mas seco que el de un ataúd.
Y entonces entendí que las injusticias no entienden de fronteras. Una vez entras en los 30 eres oficialmente, un personaje en el limbo. Tienes mucha experiencia a tus espaldas, formación y ganas, pero las empresas te hacen sentir como un pasado de rosca . Eso y que ademas pretendes cobrar, porque eso de la sangre fresca no es mas que una excusa para poder moldearte el cerebro y concienciarte de que merece la pena trabajar gratis o por un bocadillo.
Pues mis litros de sangre fresca y yo queremos deciros algo, empresas 'chupasangre'. La gente como yo, ha cruzado fronteras, echa de menos a su familia, a sus amigos, a sus parejas, a su entorno. Pero sigue luchando. Cambia el coche por la bicicleta o el autobús, el sol por la lluvia eterna y la comodidad de un hogar por techos siempre temporales. Estudia, se forma, se mueve y aprende a adaptarse a un nuevo escenario en el que, efectivamente, ya no acabas de salir de la universidad. Y todo lo hacen movidos por algo que esos directivos apoltronados en sus sillones no tienen: ilusión. Y eso es algo que no podéis quitarnos.
Y al que me lo discuta, le muerdo, que necesito renovarme para ser eternamente joven.
30 may 2014
Agárrense, que vienen curvas
Los políticos británicos llevan años intentando frenar la masiva inmigración que recibe este país. Han intentado desanimarnos con el tiempo, han cubierto de lluvia y hielo calles y hogares, han teñido de gris perpetúo sus cielos y han multiplicado los acentos del inglés para hacérnoslo aún más ininteligible. Pero hasta ahora nada les ha funcionado, seguimos viniendo en masa. Y aquí estoy yo hoy tratando de echarles una mano, que vamos siendo demasiados.
Tomen nota eminencias porque la solución es bien sencilla; una vez uno desembarca en cualquier aeropuerto británico debería enfrentarse a una galería de fotos del "antes" y "después" de al menos una treintena de sus compatriotas. En ella debe aparecer el proceso de degradación que sufre, por poner un ejemplo, el español medio desde su llegada hasta su abandono (si éste se produce) de UK.
Lo primero a destacar, para que la campaña sea efectiva, es la desaparición del tono dorado o "sun kissed" como dicen por aquí, y su sustitución por un blanco lechoso al que suelen acompañarle diversos tonos amarillos según la época del año.
A continuación vayan sustituyendo ese descuidado pero arreglado look informal que nos caracteriza, por unas bermudas estampadas a las que acompañarán sandalias con calcetines si es invierno. Tampoco está de mas la versión "chandalera" o la versión "todos los colores pegan".
Tras este susto inicial, el inmigrante ya estará pensando en salir corriendo de vuelta hacia su avión de Ryanair. Justo en ese momento deben asestarle el golpe final. Las siguiente decena de fotos debe ocuparse de la transformación más importante: la de nuestras curvas. Chica, si nunca tuviste pecho, no te preocupes, aquí lo tendrás, además de culo, cadera y barriga. Chico, si creías que lo de la barriga cervecera nunca te ocurriría a ti, aquí verás que es cuestión de un par de meses. Nice and easy.
Junto a estas fotografías acompañarán un panfleto con las diez reglas básicas de la calidad de vida británica:
1- Amarás el rebozado sobre toda las cosas.
2- Nunca mencionarás el nombre de una fruta en vano.
3- El microondas es tu mejor amigo.
4- Los chocolates y dulces, si no te los regalan, tienen un precio casi simbólico.
5- Aquello que no esté frito no es comestible.
6- Desconfía muy mucho de todo aquello que no venga en llamativos cartones de colores.
7- Para qué poner un bastón a los ancianos si los podemos apoltronar en sillas mecánicas.
8- Solo rechazarás una pinta si es porque ya llevas 12 encima.
9- Para qué emborracharte a media noche si puedes hacerlo a la hora del té.
10-La cara trasera del billete de autobús incluirá siempre un menú de Mc.Donalds por 1.99 pounds.
Espero haberles sido de ayuda, si aplican estos consejos, la estampida debería estar garantizada.
Tomen nota eminencias porque la solución es bien sencilla; una vez uno desembarca en cualquier aeropuerto británico debería enfrentarse a una galería de fotos del "antes" y "después" de al menos una treintena de sus compatriotas. En ella debe aparecer el proceso de degradación que sufre, por poner un ejemplo, el español medio desde su llegada hasta su abandono (si éste se produce) de UK.
Lo primero a destacar, para que la campaña sea efectiva, es la desaparición del tono dorado o "sun kissed" como dicen por aquí, y su sustitución por un blanco lechoso al que suelen acompañarle diversos tonos amarillos según la época del año.
A continuación vayan sustituyendo ese descuidado pero arreglado look informal que nos caracteriza, por unas bermudas estampadas a las que acompañarán sandalias con calcetines si es invierno. Tampoco está de mas la versión "chandalera" o la versión "todos los colores pegan".
Tras este susto inicial, el inmigrante ya estará pensando en salir corriendo de vuelta hacia su avión de Ryanair. Justo en ese momento deben asestarle el golpe final. Las siguiente decena de fotos debe ocuparse de la transformación más importante: la de nuestras curvas. Chica, si nunca tuviste pecho, no te preocupes, aquí lo tendrás, además de culo, cadera y barriga. Chico, si creías que lo de la barriga cervecera nunca te ocurriría a ti, aquí verás que es cuestión de un par de meses. Nice and easy.
Junto a estas fotografías acompañarán un panfleto con las diez reglas básicas de la calidad de vida británica:
1- Amarás el rebozado sobre toda las cosas.
2- Nunca mencionarás el nombre de una fruta en vano.
3- El microondas es tu mejor amigo.
4- Los chocolates y dulces, si no te los regalan, tienen un precio casi simbólico.
5- Aquello que no esté frito no es comestible.
6- Desconfía muy mucho de todo aquello que no venga en llamativos cartones de colores.
7- Para qué poner un bastón a los ancianos si los podemos apoltronar en sillas mecánicas.
8- Solo rechazarás una pinta si es porque ya llevas 12 encima.
9- Para qué emborracharte a media noche si puedes hacerlo a la hora del té.
10-La cara trasera del billete de autobús incluirá siempre un menú de Mc.Donalds por 1.99 pounds.
Espero haberles sido de ayuda, si aplican estos consejos, la estampida debería estar garantizada.
30 abr 2014
A los que se lo merecen
Hay aventuras que se extienden más de
lo que nunca pensaste. Ayer abrí como cada día, la página web de
Diario Sur. Uno de los titulares, pese a predecible, volvía a
dejarme catatónica. Málaga llega ya a un triste 38% de desempleo.
La sangría no cesa y los casos de sinvergüenzas sin escrúpulos que
se aprovechan de esta situación, tampoco. Hoy tengo razones para estar muy cabreada y
se me ocurre que le voy a dar la espalda a mi verano marbellí. Se me
antoja que tras haber vivido dos años en este pais difícil y
oscuro, sin embargo he aprendido a amar una libertad,tolerancia y
diversidad que está a años luz de la que, por desgracia, tenemos
hoy en España.
Hoy más que nunca comprendo a los que
hacen un llamamiento a perder los papeles,a los que fruto de la rabia
abogan por prenderle fuego a todo, a los que no entienden que se
premie a la banca, que se deje en la calle a familias, que mi
provincia, bella como pocas, esté cada vez más cerca de ser un
comedor social gigante.
Aunque muchos lo nieguen. Esos muchos a
los que se les llena la boca de “presuntos”, “honorabilidad”,
“transparencia” y que nunca han sabido lo que es no llegar a fin
de mes. Para todos vosotros y ahora que domino el inglés, cosa que
ninguno de estos inútiles hace,van estas palabras: fuck you. Si no
os llegan las neuronas, podéis usar el 'google translator'.
8 abr 2014
Aeropuertos, vuelos low-cost y el glamour perdido
Hubo una época en la que volar era cosa de ricos. O de ocasiones muy especiales. Pero los precios actuales nos han dejado un panorama bien distinto. El toque de glamour de antaño está cubierto hoy de muchedumbres, maletas sobrecargadas, aroma a pechuga de pavo y niños 'berreantes'. Sobre todo si viajas en 'low-cost'. Y yo de eso entiendo mucho. Tras una semana escasa en Marbella y por enésima vez, ayer me dirigí de nuevo al aeropuerto de Málaga para tomar mi ya clásico 'Ryanair' destino Bristol. Pese a los cerca de treinta grados llevaba las botas altas, forradas de pelo para más inri, porque mi equipaje de mano no daba para más y porque además sabía que me harían falta nada más pisar suelo inglés. Me vestí como pude...una mezcla entre la manga corta para no morir de asfixia hasta que despegase mi vuelo, la chaqueta colgando del brazo y calcetines extrafinos con la esperanza de aliviar el problema del calzado. Es lo que tiene viajar entre dos puntos con temperaturas tan distintas, que una no acierta nunca.
Una vez en el aeropuerto, dos horas y media antes gracias a la poca frecuencia de tránsito con la que nos sigue agraciando Portillo, me fui en busca de algo bien frío. Decidí que me merecía un granizado ya que llevaba un rato esquivando gente y maletas como si aquello fuera un mercadillo en hora punta. Era un lunes cualquiera sí, pero podría haber sido 15 de agosto. Oleadas de extranjeros achicharrados vagaban por la terminal y ocupaban hasta la última mesa y banco disponible. Lo del granizado no fue fácil. En primer lugar me dirigí a Häagen-Dazs y pese a que lo dudé debido a mi sed, decidí que no iba a regalarle a la firma siete euros por un puñado de hielo con colorantes. Mi segunda opción fue Burguer King. Cuando llegué, con las botas ya incrustadas en la piel, comprobé que la gente opinaba lo mismo que yo respecto a los precios aeroportuarios. Una cola inmensa rodeaba el establecimiento y grupos de alemanes desertaban ya desesperados sin su ansiada hamburguesa triple. Gracias a estas estampidas, en media hora tenía mi granizado en la mano. Una vez refrescada, esperé la puerta de embarque y subí al avión. Iba, como de costumbre, lleno hasta los topes. Y eso a mi me causa mucha intranquilidad. Para colmo había visto bajar a los anteriores ocupantes. Apenas el último puso el pie en tierra, nos hicieron subir. No tendrá nada que ver, pero a mi me da por humanizar al avión y pensar que el pobre 'bichejo' no ha tenido tiempo ni de enfriarse, que no debe ser bueno volar así, y que a mi pobre amigo deberían dejarlo descansar por el bien y la seguridad de todos. Se que son pensamientos irracionales, pero el miedo no entiende de lógicas.
Mientras la gente buscaba su asiento se produjo otro de los clásicos del low-cost. Poca gente factura ya equipaje y menos aún acepta la educada oferta de la compañía de bajar "libre de coste" su equipaje de mano a la bodega. El resultado es obvio: todos nos empeñamos en colocar nuestra maleta bien cerca nuestra, sea como sea. Y no hay espacio para todos. Es entonces cuando las azafatas, viendo que el pasaje no avanza, empiezan a insistir con aquello de que se coloquen donde haya hueco, de que en caso de no haberlo pueden poner su maleta bajo el asiento.
Ayer tuve la suerte de entrar de las primeras. Quince minutos después empecé a pensar que el avión no tenía fondo y que en realidad los que entraban por delante salían por detrás y así sucesivamente. Pero no, resultó que todos cupimos, enlataditos como sardinas y yo temiendo que mi pobre amigo no tuviera fuerza suficiente.
Otra de las gracias habituales es que a tu lado te toque alguien más corpulento que tú. Ese alguien que se cree con derecho a no dejarte hueco en el reposa brazos y cuyas anchuras de espaldas interceptan la tuya.
Una vez en el aire, empieza lo que viene siendo la banda sonora protagonista. El crujir de papel de plata y bolsas previo a un aroma de sandwiches, chocolates y galletas que lo inunda todo. ¿Donde quedaron aquellos insípidos pero monísimos catering?.
Por fin se acercaba el aterrizaje. Había rachas de viento y el avión ondeó durante minutos estando ya muy cerca del suelo. Todo el pasaje contuvo la respiración. Mi corpulento compañero exhaló un "Jesús". Una chica empezó a vomitar. Yo a esas alturas ya llevaba los ojos cerrados y me repetía que todo iba a salir bien. Tras la tensión, pisar tierra fue más agradecido que nunca.
Salimos a pista. Hacía frío, me puse la chaqueta y ya no me sobraban las botas. Welcome again.
Una vez en el aeropuerto, dos horas y media antes gracias a la poca frecuencia de tránsito con la que nos sigue agraciando Portillo, me fui en busca de algo bien frío. Decidí que me merecía un granizado ya que llevaba un rato esquivando gente y maletas como si aquello fuera un mercadillo en hora punta. Era un lunes cualquiera sí, pero podría haber sido 15 de agosto. Oleadas de extranjeros achicharrados vagaban por la terminal y ocupaban hasta la última mesa y banco disponible. Lo del granizado no fue fácil. En primer lugar me dirigí a Häagen-Dazs y pese a que lo dudé debido a mi sed, decidí que no iba a regalarle a la firma siete euros por un puñado de hielo con colorantes. Mi segunda opción fue Burguer King. Cuando llegué, con las botas ya incrustadas en la piel, comprobé que la gente opinaba lo mismo que yo respecto a los precios aeroportuarios. Una cola inmensa rodeaba el establecimiento y grupos de alemanes desertaban ya desesperados sin su ansiada hamburguesa triple. Gracias a estas estampidas, en media hora tenía mi granizado en la mano. Una vez refrescada, esperé la puerta de embarque y subí al avión. Iba, como de costumbre, lleno hasta los topes. Y eso a mi me causa mucha intranquilidad. Para colmo había visto bajar a los anteriores ocupantes. Apenas el último puso el pie en tierra, nos hicieron subir. No tendrá nada que ver, pero a mi me da por humanizar al avión y pensar que el pobre 'bichejo' no ha tenido tiempo ni de enfriarse, que no debe ser bueno volar así, y que a mi pobre amigo deberían dejarlo descansar por el bien y la seguridad de todos. Se que son pensamientos irracionales, pero el miedo no entiende de lógicas.
Mientras la gente buscaba su asiento se produjo otro de los clásicos del low-cost. Poca gente factura ya equipaje y menos aún acepta la educada oferta de la compañía de bajar "libre de coste" su equipaje de mano a la bodega. El resultado es obvio: todos nos empeñamos en colocar nuestra maleta bien cerca nuestra, sea como sea. Y no hay espacio para todos. Es entonces cuando las azafatas, viendo que el pasaje no avanza, empiezan a insistir con aquello de que se coloquen donde haya hueco, de que en caso de no haberlo pueden poner su maleta bajo el asiento.
Ayer tuve la suerte de entrar de las primeras. Quince minutos después empecé a pensar que el avión no tenía fondo y que en realidad los que entraban por delante salían por detrás y así sucesivamente. Pero no, resultó que todos cupimos, enlataditos como sardinas y yo temiendo que mi pobre amigo no tuviera fuerza suficiente.
Otra de las gracias habituales es que a tu lado te toque alguien más corpulento que tú. Ese alguien que se cree con derecho a no dejarte hueco en el reposa brazos y cuyas anchuras de espaldas interceptan la tuya.
Una vez en el aire, empieza lo que viene siendo la banda sonora protagonista. El crujir de papel de plata y bolsas previo a un aroma de sandwiches, chocolates y galletas que lo inunda todo. ¿Donde quedaron aquellos insípidos pero monísimos catering?.
Por fin se acercaba el aterrizaje. Había rachas de viento y el avión ondeó durante minutos estando ya muy cerca del suelo. Todo el pasaje contuvo la respiración. Mi corpulento compañero exhaló un "Jesús". Una chica empezó a vomitar. Yo a esas alturas ya llevaba los ojos cerrados y me repetía que todo iba a salir bien. Tras la tensión, pisar tierra fue más agradecido que nunca.
Salimos a pista. Hacía frío, me puse la chaqueta y ya no me sobraban las botas. Welcome again.
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