19 sept 2011

Los tiempos que corren

No se si el cansancio va unido a mi, si yo voy unida a él o si es esta ciudad la que cansa. El caso es que, después de un fin de semana en el que he estrenado jornada laboral intensiva dominical y vuelta al deporte, sumado al tradicional madrugón del lunes para tomar el metro y venir a la oficina, estoy barajando ya la posibilidad de clonarme. De esta forma, mandaría a una de las Belenes resultantes a las tareas laborales y a otra a temas de ocio, como esa fiesta de esta noche que, debido a mi estado me causa más pereza que ilusión. Se me amontonan los planes y claro, pasa lo de siempre, se tiene que renunciar a lo bueno. Que lo malo, suele ser obligatorio. Lo sorprendente, es que mis compañer@s  se encuentran en el mismo estado. La gente va y viene en estado de semiarrastre crónico. La próxima quedada de cañas ha sido anunciada con más antelación que de costumbre. Para que nos vayamos haciendo el cuerpo. Será que provengo de tierras en calma y distancias cortas o será, que realmente hoy día todos estamos overbooking.  Y así andamos, que los lunes no rendimos ni queriendo. Se nota en el ambiente. El silencio se apodera de la redacción, incapaces las mentes de idear una broma o comentario siquiera aceptable. Dormidas, centradas en la pantalla para resolver cuánto antes y como se pueda la tarea del día. El teléfono apenas suena, llegan menos notas de prensa, corre el café. Seguiría algunas líneas más, pero ya sólo pienso en la siesta.

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